Ciclo de Osho, el Guru del sexo

Hola queridos!

Aprovechando el hecho de que se están aireando los trapos sucios de la política de Estados Unidos con los discípulos de Osho en la lucha encarnizada por crear una comunidad , me gustaría
compartir  varias charlas de él que le costaron el sobrenombre despectivo del Guru del sexo:

Cuando las vuelvo a releer y me adentro en lo escrito, que yo sobretodo recuerdo haber escuchado durante sus charlas, me asombro una y otra vez de la claridad y verdad de sus observaciones sobre el hombre y la humanidad. En sus charlas ilumina los temas mas tabúes y oscuros que siguen siendo actuales y problemáticos para la humanidad, como la liberación de la mujer y como él tan sabiamente dice la liberación del hombre, el sexo, las relaciones, emociones y todo lo que todavía nos impide ser conscientes de nuestra humanidad.

Nunca fuimos víctimas de ninguna secta, la decisión de ser parte de su proyecto era una decisión responsable e inteligente de cada uno, el no era un loco, el transmitía una visión del mundo que desmantelaba muchas mentiras con las que nos hemos conformado en la vida actual y hemos asumido como verdades, su visión del hombre  a mi me hizo dejarlo todo y darle a mi vida la oportunidad de florecer según mi verdad.

ASTIKO


 

La condena del sexo, de la energía vital!

¿Cuál es el elemento central en la vida común del hombre? ¿Dios? No. ¿El alma? no ¿La verdad? No. ¿Qué hay en el núcleo del hombre? ¿Qué es lo que más estimula al hombre común, desde su «psicología profunda», un hombre promedio, que nunca medita, nunca busca el alma, nunca realiza un peregrinaje? ¿La devoción?…No. ¿La oración?…No. ¿La liberación?.. No. ¿El nirvana?…No, en absoluto. Si intentamos descubrir el impulso más fuerte del hombre común, si buscamos la fuente de la fuerza vital en el hombre, no encontraremos ni a la devoción ni a Dios: ni la oración ni la sed por conocer. Encontraremos allí algo diferente, algo que está siendo olvidado, que no es enfrentado conscientemente, que nunca es evaluado. ¿Qué es ese algo? ¿Qué encontrarás si diseccionas y analizas el fundamento del hombre, ese «algo» que resplandece en el interior del hombre?

Dejando de lado al hombre y concentrándonos en el reino animal o en el reino vegetal, ¿qué encontraríamos en el núcleo de todo? Observando las actividades de una planta, ¿Qué encontramos allí? ¿Adónde conduce su crecimiento? Toda su energía se dirige a producir una nueva semilla. Todo su ser está ocupado en producir una nueva semilla. ¿Qué está haciendo un pájaro? ¿Qué está haciendo un animal? Si observamos profundamente las actividades de la naturaleza entera, encontraremos un solo proceso ocurriendo en forma entusiasta, y éste es «una creación continua», el proceso de procrear, de crear nuevamente diferentes formas de ser. Las flores tienen polen,  semillas; los frutos tienen semillas. ¿Cuál es el propósito de la semilla? La semilla crecerá y se volverá una planta, una flor, fruto, semilla y así sucesivamente, y el ciclo se repetirá. El proceso de procreación en el «mundo vivo» es eterno. La vida es una fuerza que está ocupada continuamente en regenerarse a sí misma. La vida es creatividad, es un proceso de auto-creación.

Lo mismo es válido en el caso del hombre. A esta pasión, a este proceso, lo hemos bautizado con el nombre de «sexo». También se le llama lujuria. De allí han surgido otros nombres. Se ha transformado en un insulto. Y el acto mismo de desacreditarlo ha contaminado el ambiente.
Y entonces, ¿Qué es esta lujuria, pasión? ¿Cuál es el poder del sexo?
Desde tiempos inmemoriales, las olas del mar vienen, una tras otra, y se estrellan contra la playa. Las olas vienen, se rompen y regresan. Nuevamente vienen, empujan, luchan, se dispersan y regresan. La vida tiene una necesidad interna de progresar, de ir hacia adelante. Estas olas del mar, estas olas de la vida, tienen en sí una inquietud: existe un esfuerzo continuo por lograr algo. ¿Cuál es este propósito? Es un deseo inmenso por lograr una mejor posición. Es una pasión por lograr alturas más elevadas. Detrás de esta energía interminable, la vida lucha por alcanzar una vida grandiosa, una vida mejor.
No hace mucho, sólo unos pocos miles de años, que el hombre apareció en la tierra. Antes de eso, sólo había animales en ella. No hace tanto tiempo que los animales comenzaron a existir. Antes de eso, hubo un tiempo en el cual no había animales, sólo plantas. Y tampoco las plantas han estado en este planeta desde hace mucho. Antes que ellas aparecieran, solo había rocas, montañas, ríos y océanos.
¿Y con qué motivo se hallaba inquieto este mundo de rocas, montañas, ríos y océanos? Estaba luchando por producir plantas. Poco a poco, las plantas aparecieron en la existencia. La fuerza vital se manifestó en una nueva forma. La tierra se cubrió de vegetación. Siguió produciendo vida, procreó. Surgieron las flores, las frutas. Pero las plantas se sentían intranquilas. No se hallaban satisfechas consigo mismas. El impulso interno las llevaba a algo más elevado. Estaban ansiosas de producir al animal… y al ave. Entonces comenzaron a existir los animales y las aves. Ellos ocuparon este planeta por muchísimo tiempo, pero no había ningún hombre a la vista. El hombre estuvo siempre allí, inherente en los animales, esforzándose por romper la barrera para nacer… Y entonces, en su momento, el hombre apareció.

Y ahora, ¿en qué situación se encuentra el hombre? El hombre está esforzándose incesantemente para crear nueva vida. A esta tendencia la hemos llamado sexo; la llamamos «la pasión de la lujuria ¿Cuál es la dimensión, el significado de esta «lujuria»? Este impulso básico se dirige a crear, a producir nueva vida. No desea terminar consigo misma… Pero, ¿Para qué? ¿Es acaso cierto que desde adentro el hombre está intentando crear un hombre mejor? ¿Una forma de vida más elevada que él mismo? ¿Es acaso cierto que la fuerza de la Vida se halla a la expectativa de un ser que es mucho mejor que el hombre mismo? Sabios, desde Nietzche hasta Aurobindo, de Patanjali a Bertrand Russell, han alimentado un sueño en lo más profundo de sus corazones, un sueño en el cual aparece un hombre superior a sí mismo. ¡Un superhombre! ¿Cómo puede surgir un hombre mejor que el Hombre?

Sin embargo, desde hace miles de años hemos condenado deliberadamente a este impulso de procrear. En vez de aceptarlo, lo hemos maltratado. Lo hemos desacreditado hasta hacerle caer al punto más bajo. Le hemos ocultado y hemos simulado que no está allí, como si no hubiera espacio para Él en la vida, en la disposición de las cosas. Siendo que la verdad del asunto es que no existe nada tan vital como este impulso, al que debiera adjudicársele el lugar que legítimamente le corresponde. Con ocultarlo y pisotearlo, el hombre no se ha liberado. Al contrario: el hombre se halla ahora en una situación más enredada y peor que antes. La represión ha producido el resultado opuesto.
Alguien está aprendiendo a andar en bicicleta. El camino es grande y ancho. Hay una pequeña roca a un costado del camino. El hombre teme estrellarse contra la roca. Existe una posibilidad entre cien de que choque contra esa piedra. Aun un ciego tiene las probabilidades totalmente a su favor en cuanto a pasar sano y salvo. Sin embargo, debido al temor a la roca, el hombre se concentra solamente en ella. La roca cobra demasiada importancia en su conciencia. El camino se desvanece de su visión. Se halla hipnotizado, y es atraído por esa roca; y finalmente se estrella contra ella. Un novato choca contra aquello, una roca o un poste de energía eléctrico, de lo cual intenta, por todos los medios, salvarse. Y sin embargo, el camino era grande y amplio, ¿cómo se las arregló este hombre para accidentarse?
Según el psicólogo Kouye, una mente promedio se halla gobernada por la «Ley del Efecto Contrario». Nos estrellamos contra aquello que deseamos evitar pues el objeto del miedo se transforma en el centro de la conciencia: una precaución. Del mismo modo, el hombre ha estado intentando, durante los últimos cinco mil años, salvarse del sexo, y la consecuencia de ello es que se enfrenta con el sexo, en todas sus formas, en todos los rincones de su vida. La ley del efecto contrario ha capturado el alma del hombre.

¿No te has dado cuenta de que la mente es atraída, es hipnotizada por aquello que intenta eludir? La gente que enseñó al hombre a estar en contra del sexo es totalmente responsable del hecho de que la mente humana está llena de sexo. La sexualidad exacerbada del hombre se debe a enseñanzas pervertidas. Hoy en día, nos sentimos temerosos de hablar acerca del sexo. ¿Por qué sentimos un «temor moral» frente a este tema? Eso se debe a la suposición de que el hombre se volverá más sexual si habla de sexo. Esta idea es totalmente errónea; después de todo, existe una amplia diferencia entre «sexo» y «sexualidad». Nuestra sociedad sólo se verá liberada del fantasma del sexo si desarrollamos el valor necesario para hablar acerca del sexo en forma racional y sana. Sólo podremos trascender el sexo si lo comprendemos en todos sus aspectos.

No podrás liberarte si cierras los ojos frente a un problema. Aquel que cree que el enemigo desaparecerá si cierra los ojos, está loco. En el desierto, el avestruz piensa de la misma manera. Entierra su cabeza en la arena y cree que, puesto que no puede ver al enemigo, el enemigo no está allí. Este tipo de lógica es perdonable en el caso de un avestruz, pero en el caso del hombre, resulta imperdonable. El hombre no se ha comportado mejor que un avestruz en el caso del sexo. Cree que el sexo se desvanecerá si lo ignora, si cierra sus ojos. Si milagros como esos ocurrieran, la vida sería fácil, serìa muy fácil vivir en el mundo. Sin embargo, desgraciadamente, nada desaparece con sólo cerrar los postigos. Al contrario: esta es una prueba de que le tememos, de que su atracción es más poderosa de lo que podemos resistir. Cerramos nuestros ojos porque nos damos cuenta que no podemos reprimirlo. Cerrar los ojos es señal de debilidad, y la humanidad entera es la culpable.

El hombre no sólo ha cerrado abiertamente los ojos frente al sexo, sino que además, con ello se ha involucrado en una cantidad de conflictos internos. Las devastadoras consecuencias de esto son demasiado bien conocidas como para enunciarlas. El noventa y ocho por ciento de los enfermos mentales, los neuróticos, lo están debido a la represión del sexo. La causa del noventa y nueve por ciento de las histerias y enfermedades similares que sufre la mujer, son desórdenes sexuales. La causa principal del miedo, la duda y la ansiedad, la tensión del hombre contemporáneo, es la presión de la pasión, la lujuria. El hombre le ha dado la espalda a una marejada intrínsecamente poderosa. Sin intentar comprenderla, nuestros ojos están cerrados debido al miedo, y las consecuencias de esto han sido demoledoras.
Para comprender esto, el hombre debiera revisar su literatura, el espejo de su mente. Si un hombre de la Luna o Marte viniera aquí y revisara nuestra literatura, leyera nuestros libros y poesía, viera nuestras pinturas… se sorprendería. Se preguntaría por qué todas nuestras artes y literatura giran sólo en torno al sexo. ¿Por qué todas las poesías, novelas, revistas e historias del hombre se hallan saturadas de sexo? ¿Por qué hay una fotografía de una mujer semi desnuda en todas las revistas? ¿Cómo es que todas las películas hechas por el hombre están hiladas en torno a la lujuria y la pasión? Estaría perplejo. ¡Este visitante extraterrestre se preguntaría por qué el hombre sólo piensa en sexo! Se vería doblemente confundido si se encuentra con un hombre y habla con él, pues éste se esforzará mucho por darle la impresión de que no tiene nada que ver con la existencia del sexo.
Y viceversa: el hombre hablará acerca de Dios, el paraíso, la liberación, etc. No dirá una palabra acerca del sexo, aun cuando todo su ser se halla infectado de ideas respecto al sexo. El extraterrestre quedaría estupefacto al darse cuenta de que el hombre inventa innumerables artificios para satisfacer ese deseo del cual no articula una palabra.
La religión orientada hacia la muerte ha llenado de sexo la mente del hombre.
También hemos pervertido al hombre desde otro ángulo. ¡Y eso en nombre de elevados ideales! Le mostramos el pináculo dorado del celibato, brahmacharya, pero no se entrega ninguna indicación para colocar el pie en el primer peldaño, para comprender la base. En primer lugar, debiéramos aceptar y comprender al sexo, el impulso fundamental, y sólo entonces podríamos esforzamos por trascenderlo, por sublimarlo, que es el modo para alcanzar la etapa del celibato. Sin comprender esta fuerza de vida fundamental en todas sus formas y facetas, todos los esfuerzos por restringirla o suprimirla tornarán al hombre en un loco enfermo e incoherente. No nos concentramos en esta enfermedad principal y hablamos de los altos ideales del celibato. El hombre nunca ha estado tan enfermo, tan neurótico, tan infeliz, tan desgraciado. El hombre está pervertido. Está envenenado desde sus mismas raíces.

Nuestra sociedad, nuestro mundo, nunca podrán ser sanos mientras exista esta cortina de hierro, esta distancia entre hombre y mujer. El hombre no podrá estar en paz consigo mismo mientras este fuego ardiente se halle en su interior y se halle sentado sobre él. Debe luchar por reprimirlo todos los días, a cada instante. Este fuego nos quema nos carboniza; pero aun así no estamos dispuestos a enfrentarlo, a examinarlo. ¿Qué es este fuego? No es un enemigo, sino un amigo. ¿Cuál es la naturaleza de este fuego? Quiero decirles que una vez que le conozcamos, dejará de ser un enemigo: se transformará en un amigo. Si comprendiéramos este fuego, no nos quemaría; podría calentar nuestras casas, podría cocinar para nosotros y también podría transformarse en un amigo para toda la vida.
El rayo ha relampagueado en el cielo desde hace millones de años. A veces, también cayó y mató hombres. Nunca nadie pensó que algún día esto mismo haría funcionar nuestros ventiladores e iluminaría nuestras casas. Nadie conocía estas posibilidades en aquel entonces. Hoy en día, este rayo se ha transformado en nuestro amigo. ¿Cómo? Si hubiéramos cerrado los ojos al respecto, nunca habríamos descifrado sus secretos; nunca lo habríamos utilizado. Podría haber seguido siendo nuestro enemigo y el objeto de nuestro temor. Pero el hombre adoptó una actitud amistosa a ese respecto. El hombre se propuso comprenderlo, conocerlo, y lenta, lentamente, se desarrolló una amistad duradera. Hoy nos sería difícil arreglarnos sin ese rayo.

El sexo en el interior del hombre, la líbido, es más vital que el rayo. Un minúsculo átomo de materia pudo aniquilar la ciudad entera de Hiroshima, con cerca de cien mil habitantes. ¡Pero un átomo de la energía sexual del hombre puede CREAR un nuevo ser humano vivo! El sexo es más poderoso que la bomba atómica. ¿Nunca has reflexionado acerca de las infinitas posibilidades de esta fuerza y de cómo podemos transformarla en pro de una mejor creación? Un embrión de hombre puede ser responsable de un Gandhi, un Mahavira, un Buda, un Cristo. De él puede desarrollarse un Einstein, un Newton. Un germen infinitamente pequeño de energía sexual tiene en sí, inmanifestada, una imponente personalidad como la de Gandhi, pero no estamos dispuestos a comprender al sexo. Hasta hablar de ello en público nos exige un tremendo valor. ¿Qué tipo de temor se ha apoderado de nosotros para que no nos hallemos dispuestos a comprender a esta fuerza que ha dado origen al mundo entero? ¿Qué es este miedo? ¿Por qué estamos tan alarmados?

La gente se escandalizó cuando hablé acerca de esto en mi última reunión en Bombay. Recibí muchas cartas airadas que me pedían que no hablara en esta forma, que no hablara en absoluto de este tema. Yo me pregunto: ¿Por qué uno no debiera discutir este tema? Puesto que este impulso ya es inherente en nuestro interior, ¿por qué no debiéramos conocerlo? A menos que conozcamos su comportamiento, que lo analicemos, ¿cómo podemos esperar elevarlo a un nivel superior? Al comprenderlo, podremos transformarlo, podremos conquistarlo, podremos sublimarlo; pero sin comprenderlo, moriremos sin haber logrado liberarnos de él. Lo que yo afirmo es que aquellos que prohiben charlas acerca del sexo han reemplazado su energía sexual por humildad.
Aquellos que se encuentran asustados y que, por tanto, se han convencido a sí mismos de que son «inocentes» respecto al sexo, son lunáticos, y han conspirado para convertir al mundo en un gran manicomio.

-OSHO-